martes, 21 de julio de 2009

Déjà vu

La Lima dio por tierra con las especulaciones previas y empezó el torneo con una goleada que despeja todas las dudas: perdió 7 a 1 frente a La Lepra. "Esto ya lo viví", fue lo más escuchado tras el encuentro.


Ni el más aventurado soñador se hubiera permitido semejante pesadilla, más allá de que el verdolaga cuenta en su historia con mancadas similares. La goleada de siete días antes, cuando cayera por 4 a 2 frente a un relajado y muy divertido equipo de árbitros, podría haberse considerado como un aviso de lo que podía dar este equipo. Pero tan solo una semana más tarde, tras la ominosa caída de esta primera fecha, todas las ilusiones se esfumaron y más de un hincha del verde echó de menos aquél escueto resultado.

La cosa venía mal barajada de antemano, y visto en perspectiva, nada parece tan raro. Tras el flojo final de la primera mitad del año, transcurrieron dos meses en los que la institución santolagunera hizo poco y nada por alimentar algún tipo de expectativas. Casi ningún amistoso, cero negociaciones por refuerzos, escasa coordinación logística para cumplir con el requisito indispensable de todo equipo que quiere hacer un papel digno en cualquier torneo, cual es inscribirse en el mismo. La falta de entusiasmo dentro del campo de juego se extendió más allá de la línea de cal, y la mística limeña se ausentó del blog, las cadenas de correo, los cumpleaños y los asados. Las duras condiciones climáticas propias de esta época del año terminaron de empujar al ostracismo a los protagonistas de un plantel más aburguesado que los Stones.


Así las cosas, las ausencias con aviso (y sin él) empezaron a hacerse moneda corriente y se desencadenaron como un dominó que nadie sabe dónde termina: hoy por hoy La Lima no está en condiciones de presentar la mitad de los veinte jugadores que puede inscribir en el torneo. La lista de buena fe presenta unos cuantos lugares en blanco a la espera de que lleguen las incorporaciones, y, de los que ya están inscriptos, son pocos los que dicen presente cuando los partidos por los porotos ya empezaron a jugarse.


El primer partido del Clausura presentaba como rival a La Lepra, un modesto conjunto cuya principal virtud, podría señalarse, es la juventud de varios jugadores, y el consecuente resto físico. A la luz de las estadísticas, el rival no pintaba difícil, ya que en la última ronda jugada, en el Apertura, había cosechado sólo 3 puntos, uno menos que los conseguidos por La Lima. Pero el partido resultaba crucial, más que por la envergadura del contrincante, por tratarse de la primera fecha: se sabe que un triunfo o una derrota tienen mucho peso de cara a los cinco partidos siguientes, si lo que se busca es la clasificación.


Y La Lima encaró tan crucial instancia de un modo que ya no es nuevo, un déjà vu que, hasta en el resultado, remite a momentos ya vividos. Penando por juntar once, sufriendo las deserciones que cruzan ya el límite del respeto y la confianza, extrañando sobremanera ese plus que aportan las ganas de jugar y que ayuda a sobrellevar dificultades físicas y futbolísticas, lamentando la constelación de cuestiones personales que alejan a algunos jugadores importantes de las canchas.
Llegada al predio
Los diez jugadores que dijeron presente la fría tarde del sábado pasado fueron: Diego, al arco; Javier G. de líbero, Javier S. marcando la punta derecha, el Dibu la izquierda y Mauri de seis; en el medio otra línea de cuatro con el Poten y Miguel (jugador invitado por Diego), y Seba y Víctor, cerrando el centro del campo; como única esperanza ofensiva, quedó el Vaca.



El invitado




La consigna previa fue la de jugarlo a muerte, lo más compacto posible para tratar de cerrar el arco y, aprovechando las pequeñas dimensiones de la cancha 2, llegar eventualmente con los volantes y tratar de embocar una de las dos o tres chances que, se calculaba, podrían presentarse.


El plan dio sus frutos en la mayor parte de la primera mitad. Resignando juego y peso ofensivo, el verdolaga se desdoblaba por cortar cualquier intento leproso, y los jugadores rivales, ansiosos, comenzaron a ponerse nerviosos. Cruces verbales entre jugadores de uno y otro equipo le pusieron un poco de pimienta al asunto, y no faltó la pierna vehemente, siempre bajo el control de Bocha, el juez del partido.


A los 24 minutos del primer tiempo iba a llegar una jugada que cambiaría definitivamente el rumbo del partido. La presión leprosa forzó un tiro de esquina desde la izquierda del ataque. La pelota la interceptó el delantero rojo que anticipó a todos y señaló el primer gol. Vencida la resistencia inicial de La Lima, todo los planes se desbarrancaron.


La estocada final, la que terminó por derrumbar las expectativas limeñas iba a llegar sobre el último minuto del primer tiempo: un córner desde la otra punta, bajo y al primer palo, pareció ser controlado por Diego, pero la pelota se le escapó y ahí estaba otro rival, para mandarla al gol. El 2 a 0 en contra pareció sentencia definitiva, cuando aún quedaban treinta minutos, sobre todo por las casi nulas posibilidades verdolagas de llevar riesgo al arco de enfrente.

Lo que nadie se atrevía a imaginar era la catarata de goles que se desataría en los primeros doce minutos del complemento: La Lima ensayó un cambio posicional, mandando a Víctor, de mayor potencia y velocidad, más arriba, para que se las arreglara con lo que le llegara y tratara de descontar.

Pero a poco de comenzado el segundo tiempo, tras un lateral en ofensiva, sobre la derecha, un volante rival se metió en el área con resistencia insuficiente de los zagueros limeños y ante la salida de Diego tocó para el centro del arco, por donde entraba otro jugador, que marcó el tercero.
Un par de minutos más tarde, llegaría el cuarto gol: una falta cerca de la línea central generó un tiro libre frontal que el volante más habilidoso del rival convirtió en golazo, con furibundo zapatazo que se metió en el ángulo superior izquierdo de Diego cuando todos esperaban alguna otra cosa.


Antes del quinto gol, llegaría el descuento, cuando Víctor logró capturar una pelota que cayó llovida al área y definió, con ayuda de un defensor que en la línea la empujó al gol. Pero ni tiempo hubo de festejar, ya que la réplica fue una jugada que agarró mal parada a la defensa limeña y un rival, entrando al área por el centro definió sutilmente por encima de Diego, que salía a tapar.

La Lima no quería más, pero faltaban casi veinte minutos cuando en otro ataque masivo del rival, el Vaca cometió falta dentro del área y el juez pitó penal. Sin dificultad, alguien se hizo cargo de meter el sexto.


Lo que siguió fue un aburrido tránsito hacia el final del partido, con La Lima en otra cosa y los jugadores rivales empeñados en seguir haciendo goles. La inexperiencia de algunos rivales motivó algún que otro intento de lujo con un 6 a 1 a favor, algo absolutamente reñido con los códigos de potrero.


Cuando quedaban un par de minutos por jugar, en uno de los últimos avances del rival, un volante tomó la pelota en tres cuartos sobre la izquierda, cerca de la línea lateral, y revoleó un disparó que se terminó metiendo por encima de Diego, otra vez en el ángulo. Fue el último golpe, el que selló el 7 a 1 que significó la peor goleada de la fecha.



Con el pitazo final, se inició una de las peores semanas de los últimos años para La Lima. Desde aquel flojo 2007 que el verde no arrancaba un torneo sacando ocho veces desde el medio en un mismo debut. Con la obligación de presentarse en la segunda fecha, el mayor interrogante pasa por saber quiénes serán los que le pongan el pecho a las balas, cuando muchas ausencias están confirmadas y algunas otras pueden intuirse.


La Lima pasa por un momento complicado, pero no será el primero ni el último, mientras haya un puñado verdolaga con ganas: nadie muere en la víspera.


"Tratenme bien"

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno el resumen del partido, lastima lo que dice adentro. Vamos a ponerle garra
y a mejorar, que se puede.

Victor

Anónimo dijo...

Vamos Lima!!

Regalemosle un triunfo al melancólico mexicano

Javier S.

O por lo menos juntemos 11