martes, 21 de octubre de 2008

Crónicas desde el Hospital: Homenaje a Mario Márquez

por Lean - Enviado especial al Htal. Italiano


Son largas las noches que uno pasa en un hospital. El dolor en el cuerpo y los ingresos abruptos de las enfermeras, hacen difícil conciliar el sueño. Los días también son largos: las actividades comienzan a las 6 am y a las 19 hs sirven la cena. ¿Qué se puede hacer después? Mientras escribo estas líneas, en la tele transmiten un partido entre Sportivo Italiano y Nueva Chicago. No me resulta atractiva la propuesta, pero prefiero no molestar al señor que está en la cama de al lado. Son las 21hs del martes. Hace dos días que me operaron y ya me siento mejor, con ganas de hacer algo. El fútbol y la presencia de un nuevo compañero de habitación me llevan a recordar a Mario Márquez…

A las diez de la mañana se sacó la cinta que cubría la aguja del suero, extrajo el filo que estaba introducido en la vena y se limpió la sangre. Luego de bañarse le pidió unas bolsas a la enfermera y les advirtió: “Llamen al médico porque en un rato me voy”.
Hacía más de diez días que Mario Márquez estaba internado en el hospital, mientras los doctores trataban de averiguar qué le había producido la hinchazón en el pie derecho y buscaban la forma de solucionar el cuadro de infección, complicado por la diabetes. Le esperaba un viaje largo hasta Necochea y no quería salir tarde. Debía volver para poder retomar su trabajo de pescador, porque los muchachos que había dejado a cargo de su bote no tenían tanta experiencia, y él sabía dónde estaban los salmones: “en una salida hay que volver con tres cajones, si no no te rinde”, contaba para explicarme que en esa tarea no había tiempo para la improvisación.


Sin embargo esa “experiencia” evocada no era tan nutrida. Mario había comenzado a dedicarse a la pesca siete años atrás, un tiempo después de dejar el fútbol. En ese momento había tomado conciencia de que no había aprendido a hacer otra cosa de la que pudiera vivir. Sus intentos de trabajar como director técnico fueron breves y, creo, con poco éxito, por eso no ocupaban un lugar importante entre sus recuerdos. Éstos estaban alimentados por momentos de gloria, primero vistiendo la camiseta de Temperley (que había pagado 25000 pesos por su pase) y luego jugando para un club de su ciudad llamado Estación Quequén. Con este último equipo había logrado el ascenso al Nacional B, ganándole la final a Olimpo de Bahía Blanca, y había estado cerca del ascenso a primera, pero, según recordaba: “esos días, después que le ganamos a Olimpo estuvimos de joda y nos ganó Chaco For Ever en el octogonal”. A veces nombraba jugadores que yo nunca había escuchado, porque su etapa como futbolista profesional había transcurrido durante la segunda mitad de la década de los ochenta: “¿Te acordás de Molina, el que ascendió con Gimnasia en el ´84? Ese jugaba conmigo en Necochea, es amigo mío”.
Durante la tarde del lunes, feriado, compartimos unos mates con un ex dirigente de Temperley que pasó a visitarlo. “Éste me bancó cuando me quedé sin nada con el divorcio. Me llevaba comida a mi casa”, me contó al otro día. Se había divorciado de su primera esposa, con la que había tenido tres hijos, y no le iba muy bien con la actual, con la que tenía otro. “En esa época, cuando le decías a tus viejos que tu novia estaba embarazada, te empezaban a organizar la fiesta de casamiento. No importaba si te gustaba la mina o si estabas enamorado”, confesaba, al recordar su primer matrimonio. La convivencia con su mujer ya no era buena. Él viajaba todos los sábados a La Plata para visitar a su hijo que estaba en un centro de rehabilitación de adictos, y cuando volvía no tenía con quién charlar. “Entonces cuando ella necesite plata para su hijo yo qué le tengo que decir: arreglate, no es mi hijo”, se quejaba. Igualmente estaba ansioso por salir y volver a Necochea, porque el hijo que tenían en común estaba con fiebre.
Finalmente llegó el médico. Me saludó y se fue. Lo esperaba el mar y quería escapar de la tragedia y la enfermedad. Se llevó con él la gloria.

Hospital Italiano. 13/10/08

Mario Márquez, en plena faena

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenísimo Lean... Vaya convalecencia fértil para la creación

Saludos
Colo

Anónimo dijo...

Lo mejor es el "apéndice" del texto... Cuac. Bien, lean. ¿Cómo salió Italiano con Chicago?

Javier.

Anónimo dijo...

Javier, ganó italiano dos a uno. el último gol lo hizo Mario Saccone, aquel jugador que pasó por Gimnasia. Tiene 38 años, un hijo de seis meses y un nieto. En su momento Timoteo había dicho:"Juega bien el negro, pero le gusta mucho la cerveza"... el fútbol está lleno de historias, no?. Soy el Alejandro Apo de La Lima...

Javier dijo...

Lean, gran crónica, es cierto podés ser el apo de la lima, es bueno que encuentres tu lugar en el equipo. Un abrazo