martes, 13 de mayo de 2008

Planilleros


por el Colo


Son seres oscuros y escasos de onda. Nunca se los vio comer un sánguche o tomar una gaseosa. Son austeros y sólo sonríen cuando la presión es opresiva. Nunca dan respuesta a ningún reclamo; sólo silencios compungidos y palabras de comprensión. Son incorruptibles, no por virtud sino por miedo al desempleo. Sobrellevan con indiferencia los gritos de gordos que se creen Caruso Lombardi o Timoteo. Cuando se arma la batahola, sólo atinan a mostrar un gesto más preocupado y buscar con la mirada a los ñatos de “seguridad”. Creen que el agüita comunarda de su bidón puede curar la heridas más lacerantes. Festejan en secreto -como si fuera una hora libre- cuando algún equipo del último turno falta, adelantando su vuelta a la vida extra planilla.
Pudieron reemplazar su antigua mesita de bar (con sombrilla) por un engendro de una pieza que es banco, mesa, toldo y carpa. Su momento más esperado del día es cuando descuelgan las redes de los arcos, sacan el toldito y se llevan su tabla de pino sin barnizar.
Cuesta asociarlos a algún colectivo; están separados por canchas y matungos de los otros de su especie. Seguramente, la riqueza de Mariano los toca muuuy lateralmente (los billetes tienen en ellos sólo una escala). No comparten con los jugadores el buen humor, la excitación al momento de cambiarse o en el viaje de vuelta. No comparten con los árbitros y linemans el desprecio por el reglamento, las charlas sobre jugadores o su llegar seguro con la pelota en la mano (los planilleros siempre están desde antes, o llegan arrastrando los pies, con camperas que siempre les quedan grandes).
No son tipos dignos de pena, de odio ni de alabanza.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

gracias colo por la colaboración!
buen retrato...

Anónimo dijo...

Muy bueno Colo, bien por el antropólogo de La Lima.